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El rincón de Clío

Ficciones, películas y la Armada Invencible

Ficciones, películas y la Armada Invencible

Casualidades de la vida, hoy Henry Kamen publica un interesante artículo en El Mundo sobre a la película Elisabeth y la Armada Invencible. Recordarán que hace un par de días escribí sobre el mismo tema. Ahí les dejo el artículo en cuestión. 

Pocas veces una distribuidora presenta una película al público con una intención engañosa, pero esto parece ser lo que ha pasado con Elizabeth: la Edad de Oro, distribuida por Universal Pictures España. En el texto de la propaganda, se afirma claramente que «el consejero de confianza de Elizabeth, Walsingham, sigue manipulando y trabajando para consolidar la monarquía absoluta. El fiel consejero no sabe que acaba de dar comienzo el declive de Inglaterra». El problema aquí no radica en la «monarquía absoluta» que, por supuesto, no existió en Inglaterra y es una absoluta ficción. El problema es la falacia sobre el «declive de Inglaterra».
Cualquiera que haya visto la película sabe que no finaliza con una nota de decadencia, sino con una nota de exaltación sobre la gloria, paz y prosperidad en la que Inglaterra estaba cerca de entrar. ¿Es justificado preguntarse, entonces, por qué Universal Pictures nos confunde deliberadamente sobre su propia película? ¿Qué espera ganar? Ya que todos saben que al reinado de Elizabeth le siguieron triunfos sin paralelo en el país -su economía, cultura, y su imperio mundial durante los siguientes 200 años-, uno se pregunta, ¿a quién pretende engañar Universal?

La primera probable explicación es que los que han traducido la sinopsis del inglés al español no saben inglés. Si miramos el texto original, dice claramente que Walsingham «unknowingly sets England up for destruction» a manos de la Armada. Podemos dar una traducción correcta al decir que Walsingham «sin darse cuenta prepara el país para la destrucción» a manos de la Armada. Y que «destrucción», por supuesto, se convierte en gloria. La película es sobre gloria, no sobre «declive». Es un descarado himno de elogio a Inglaterra y su grandeza. Los que vayan a ver la película disfrutarán a fondo del romanticismo histórico y del nacionalismo inglés. Verán también la mejor dramatización que jamás se haya hecho de la Armada Invencible. La película, con su bella producción y entusiasta presentación, ganará sin duda muchos premios internacionales.

Sin embargo, en España causará enfado y tal vez sea ésa la principal razón por la que Universal ha falseado deliberadamente el mensaje de la película. Ya que los libros de Historia hablan persistentemente de una «decadencia de España», Universal quiere dejar a los españoles contentos poniendo el énfasis, bastante absurdamente, sobre una «decadencia de Inglaterra» que nunca existió. Ese es sólo el primero de los muchos errores absurdos que se han hecho en esta película. Quizás el más notable de todos ellos sea presentar al rey de España, Felipe II, como si fuera un residente de un manicomio. Podemos admitir, por supuesto, que las películas son ficción, y que esa película es ficción heroica, en la que todos los caracteres buenos (los ingleses) visten de blanco, y todos los malos (todos los españoles, incluyendo por supuesto a Felipe II y al embajador español) visten de negro. Desde ese punto de vista, la película es una buena ópera cómica, de la misma manera que Don Carlo de Verdi es una buena ópera musical. Se dice que cuando el compositor italiano vio El Escorial declaró que «es severo y terrible como el salvaje monarca que lo construyó», así que probablemente habría disfrutado con la película, ajustada a la idea que él tenía de cómo era Felipe II.

Sin embargo, la ópera cómica en la película es un poco excesiva. ¿Esperan de nosotros que nos riamos cuando vemos la imagen de un rey lunático rodeado en El Escorial de unos 40 hombres, todos ellos vestidos de rojo, que presumiblemente son cardenales? ¿Esperan que nos apiademos de los navegantes en la Armada cuando nos pasan las imágenes de los almirantes arrodillados rezando el rosario y pidiendo a Dios que les ayude contra los ingleses? ¿No eran los generales españoles capaces de luchar bien? Mientras Felipe II se arrastra desquiciado por su Palacio de El Escorial, murmurando y acariciando a una infanta que, curiosamente, lleva con ella una muñeca que representa a la reina de Inglaterra, va pronunciando maldiciones en contra de los herejes. Toda la presentación del rey de España es una comedia sin ningún intento de reflejar ni la más mínima fracción de la verdad.

Aun peor, se presenta a los españoles como los enemigos diabólicos de Inglaterra, cuando la verdad es al revés. Desde la Edad Media, siempre había existido una íntima amistad entre Inglaterra y Castilla. El matrimonio de Catalina de Aragón con Enrique VIII fue parte de esa amistad. En la siguiente generación, Felipe II se casó con la reina María y se convirtió en rey de Inglaterra. Cuando la reina María murió, Felipe II inmediatamente propuso matrimonio a la reina Elizabeth. Ella le rechazó, pero él continuó protegiéndola a ella y a su régimen. La famosa frase del duque de Alba -«Haz la guerra al mundo entero, pero la paz con Inglaterra»- fue también eje de la política de Felipe II, que se negó a apoyar a los católicos rebeldes contra Elizabeth, y durante más de una década no quiso ayudar a María Estuardo en sus esfuerzos para socavar el Gobierno inglés. Y así continuaron las buenas relaciones, con intervalos de crisis.

En el siglo XVII, un embajador español, el conde de Gondomar, se convirtió en la voz con más influencia en el Gobierno inglés. A pesar de muchos altibajos (entre los bajos estaban la Armada y Trafalgar), la entente entre Inglaterra y España siempre había sido generalmente cordial. Un historiador se puede preguntar: ¿para qué sirve escribir estudios sobre Historia si los realizadores prefieren presentar parodias de lo que realmente pasó? Un historiador italiano comentaba esta semana en Roma sobre Elizabeth que «una película que distorsiona tan profunda y perversamente la Historia no puede ser juzgada como buena».

A los españoles, en resumen, la película les satisfará muy poco su orgullo nacional. Uno podría argüir que Elizabeth es tan solo un entretenimiento que no hace daño. Eso es posible, pero las películas nunca son totalmente inofensivas. Las imágenes quedan gravadas en la mente con mucha más profundidad que la palabra escrita. Esa es ciertamente la opinión del presidente venezolano Hugo Chávez, que acaba de invertir millones de los petrodólares del país para crear una industria cinematográfica que empezará a producir películas ideológicas. Han empezado con un largometraje titulado Miranda, en el cual se da una interpretación muy especial a la carrera del hombre que ganó la independencia para su país a principios del siglo XIX. De esta manera, las películas sirven a una causa ideológica. Entretienen, pero también son peligrosas. Los dirigentes de la Segunda República española, en 1933 eran muy conscientes de esto, cuando prohibieron la emisión de Las Hurdes de Buñuel y El acorazado Potemkin de Eisenstein.

El gran problema sobre el pasado histórico es que es material ideal para entretenimiento, falsificación y propaganda. Hitler y Stalin lo utilizaron para este fin, pero el Occidente democrático también hizo amplio uso de películas de propaganda durante la Segunda Guerra Mundial. También el actual Gobierno español sabe muy bien que el pasado puede ser manipulado para crear una «memoria histórica» deseable. Y no hay límite de tiempo para la manipulación. Ha habido rumores de que en España se está preparando una película para glorificar a Hernando Cortés. ¿Se mencionará el hecho de que ayudó a masacrar a medio millón de aztecas, entre hombres, mujeres y niños?

De un modo u otro, la investigación histórica se hace inútil cuando los productores deciden presentar mentiras glamourosas en la gran pantalla. Es, por tanto, decepcionante que un productor británico nos ofrezca en Elizabeth una espléndida aventura que es muy placentera de ver, pero que ayudará a perpetuar una imagen absolutamente negativa e incorrecta de las relaciones históricas entre Inglaterra y España.

 

Juan Antonio Cebrián

Juan Antonio Cebrián

Quería hablar del recientemente fallecido Juan Antonio Cebrián. Este gran comunicador aficionó a miles de españoles a la Historia. Yo, sin ir más lejos, era un asiduo de su programa. Siempre lo escuchaba los sábados de madrugada cuando volvía a casa o me lo descargaba para escucharlo entre semana. La Rosa de los Vientos ha marcado una época en la radio española. No todos los días un programa cumple 10 años en antena, y la Rosa lo hizo.

Juan Antonio Cebrián se fue antes de tiempo; sólo tenía 42 años. Pero detrás deja un legado en forma de libros y grabaciones de una elevada erudición y amenidad. Era un apasionado de la Historia y, en concreto, de Napoleón. Sus cientos de programas dejan un archivo sonoro en el que podemos acudir para conocer episodios concretos y pasar un buen rato. Él, como ningún otro, puso de relieve que la Historia puede ser amena, a la par que didáctica.

Los que amamos esta disciplina del conocimiento humano siempre tendremos una deuda con él. Espero que ahora mismo esté entrevistando a alguno de los protagonistas de sus pasajes.


Existe un enlace en este blog a los archivos de sus programas. Les recomiendo que lo escuchen.

Elisabeth y la Gran y Felicísima Armada

Elisabeth y la Gran y Felicísima Armada

No he visto la última entrega de Elisabeth. Tampoco creo que vaya al cine a verla. Me decepcionó mucho la primera parte, en especial la poca rigurosidad al tratar a personajes como Catalina de Aragón. Recuerdo que en aquella película todo lo relacionado con los anglicanos era luminoso y colorido, mientras que la parte católica siempre era representada como oscura y tenebrosa. Además, el personaje del embajador de Felipe II tenía un aspecto poco europeo, por decirlo gentilmente.

Lo cierto es que esta segunda parte versa sobre la llamada Armada Invencible, conocida por los españoles como la Grande y Felicísima Armada o la Armada Grande. Ésta estaba formada por unos 250 barcos, 25 de los cuales eran galeones.

En contra de lo que dice la leyenda, la armada inglesa estaba mucho mejor preparada. Si hablamos sólo de galeones, los ingleses contaban con un total de 35, 10 más que sus rivales. En otro orden de cosas, la flota inglesa había sido reformada por sir John Hawkins, quien vio la necesidad de dotarla de naves más marineras y de cañones más potentes y precisos después de algunos desafortunados encuentros navales con españoles. En este sentido, cabe señalar que los españoles era imbatibles en combates “a la galana”, es decir, al abordaje y como si de una combate terrestre se tratara. Por el contrario, los ingleses eran superiores en enfrentamientos “a la atlántica”, en los que la artillería resultaba determinante.

La escuadra española estaba comandada por el duque de Medina Sidonia, quien tuvo que reemplazar de improviso al gran don Álvaro de Bazán, que murió poco antes de iniciarse la empresa. Bazán había pedido a Felipe II una escuadra de 500 naves, pero la penosa situación de la hacienda hizo que tuviera que conformarse con la mitad.

El 19 de febrero de 1588 parte la Grande y Felicísima Armada de Lisboa. El plan era simple; recoger a Aljandro de Farnesio y sus 35.000 infantes en Dunkerke (Flandes) y desembarcar con ellos cerca de Londres. Pero la Providencia quiso que la escuadra tuviera que una tormenta los sorprendiera en el golfo de Vizcaya y que 40 naves se perdieron y costó trabajo volver a reunir a la escuadra. Poco después, la flota tuvo recalar en Calé para aprovisionarse. Los ingleses, al mando de Francis Drake, partieron de Plymouth y, en un alarde de ingenio, mandaron 8 barcos en llamas al interior del puerto para obligar a salir de él a las naves españolas. La desbandada fue general y Medina Sidonia tuvo que emplearse a fondo para que la flota española no se disgregase. El 8 de agosto, las dos escuadras se enfrentaron en las Gravelinas. Los ingleses dieron muestra de su superioridad artillera y, pese a que los españoles sólo perdieron 6 barcos, las bajas en vidas humanas alcanzaron las 600. Sin provisiones ni pertrechos, sometidos a terribles tormentas, los españoles decidieron regresar bordeando la costa de Escocia. Muchas naves de la flota no estaban preparadas para el rigor del Atlántico (habían sido diseñadas para navegar en el Mediterráneo) y acabaron por hundirse.

Por su parte, la reina Elisabeth había dado orden de ejecutar a cualquier español que recalase en sus costas. Así, en Irlanda se asesinó, contraviniendo las leyes de la guerra, a unos 1.900 españoles. Un total de 6.000 hombres y 26 naves se perdieron frente a la costa irlandesa.

Algo más de la mitad de la flota logró regresar a España. Este revés, aunque magnificado por los ingleses, sólo fue un contratiempo para Felipe II, quien pospuso la invasión de Inglaterra para mejor momento. De hecho, la superioridad militar española continuó siendo hegemónica hasta mediados del siglo siguiente.

El guerrero íbero

El guerrero íbero

La forma de vestir de un pueblo determinado en una época es uno de los aspectos menos conocidos por aquellos que se interesan por la Historia. Así, si preguntásemos a cualquiera cómo se vestía un galo, un púnico o un íbero, pocos sabrían qué decir. Personalmente, siempre he sentido un gran interés por saber qué aspecto tenían aquellas gentes.

En especial, y por obvios motivos, los pueblos prerromanos de Hispania y, más concretamente los íberos, han suscitado mi interés. Pues bien. Nuestros antepasados, al menos los guerreros, vestían, según Tito Livio, con túnicas blancas adornadas con ribetes rojos. Otras fuentes aseguran que algunos pueblos íberos preferían el color púrpura para sus vestimentas. Sea como fuere, lo que sí compartían todos los guerreros ibéricos era la famosa falcata. Se trataba de una espada corta y muy eficiente que servía tanto para apuñalar al enemigo como para descargarle un terrible mandoble. Además, las falcatas poseían unos surcos en su hoja que permitían la entrada de aire en las heridas, lo que, en muchas ocasiones, se traducía en terribles infecciones. La falcata se ataba al cinturón de cuero adornado con piezas de bronce de forma perpendicular al eje del cuerpo. Es decir, en vez de caer a los lados se anclaban en la parte frontal. Estableciendo un paralelismo, esta espada podría considerarse como el AK-47 de la época.

En cuanto a la armadura, los íberos utilizaban rodelas de metal ancladas al cuerpo por cintas de cuero que se cruzaban en la espalda. Estas rodelas podían ser circulares (las más comunes) o cuadradas. Algunas llevaban grabados de linces o lobos, animales totémicos para los íberos. Para protegerse la cabeza, estos pueblos solían utilizar cascos de cuero. En algunos cascos, estos cascos llevaban llamativos penachos. Del intenso contacto con cartagineses y griegos se desprende que, en algunos casos, podrían haberse copiado sus diseños de cascos de bronce. En algunas zonas del sudeste peninsular, los cascos estaban cubiertos de una tela que caía a los lados y por detrás (como lo haría una larga cabellera). La parte de arriba de los mismos estaba adornada por una cimera.

Por su parte, los escudos solían ser ovalados (de tipo celta) o rendodos (caetra). Los íberos utilizaban una lanza de hierro llamada soliferrum, arma temible capaz de atravesar cascos y armaduras.  En cuanto a las piernas, podían estar cubiertas con grebas de bronce.

Pese a que se podían desplazar qa caballo, los íberos nunca luchaban con caballería. Preferían el combate a pie; los caballos eran un priveligo de las clases nobles.Se trataba de pueblos muy orgullosos (algo habremos heredado) y belicoso. Fueron mercenarios muy apreciados por púnicos, griegos y romanos, quienes los utilizaron como infantería en sus guerras (se han encontrado armas ibéricas en yacimientos de Grecia, Sicilia  y del norte de África).

Por último, en lo que se refiere a su aspecto físico parece ser que los íberos llevaban el pelo largo recogido en trenzas y la barba rasurada. Según los griegos, estos pueblos eran "los príncipes de Occidente".

Svein, el del caballo blanco

Svein, el del caballo blanco

Hace poco cayó en mis manos Svein el del caballo blanco, de Bernard Cornwell, una novela histórica ambientada en el la Britania del siglo IX. Se trata de la segunda parte de la trilogía Sajones, vikingos y normandos, empezada con Northumbria, el Último Reino.

La historia narra las peripecias del joven Uthred, un noble sajón criado entre vikingos daneses, pueblo al que admira por su valentía en el combate. Uthred se viste a lo danés y profesa la religión pagana de sus antepasados, lo que no sienta muy bien en la corte del piadoso Alfredo de Wessex. La fatalidad hace que el protagonista deba asistir a este rey al que desprecia cuando los daneses invaden Wessex y están a punto de conquistar el último reino sajón de la isla. Fiel a la palabra contraida con Alfredo, Uthred se convertirá en el héroe que los sajones necesitan para expulsar al invasor de sus tierras.

Pese a formar parte de una trilogía, la novela se puede leer independientemente del resto. Se trata de una historia trepidante en la que se suceden combates, duelos, engaños y batallas. Svein el del caballo blanco sintetiza de forma magistral el género de aventuras (a veces uno tiene la sensación de estar leyendo El señor de los anillos) y el histórico. Otro de sus grandes méritos es la rigurosidad con la que trata acontecimientos sucedidos hace más de 1.000 años. Se aprecia una larga labor de documentación detrás de la novela, algo que el lector agradecerá sobremanera.

Svein el del caballo blanco es un libro altamente recomendable para los amantes de la novela histórica y, en especial, para los que se sientan atraidos por la Alta Edad Media.  

 

El inicio

Según los últimos estuduos, hace 145.755 año nació, en algún lugar de África Oriental, el primer ser humano moderno. Y era una niña. Aquel bebé "mutante" cambió para siempre la historia del planeta y de los seres que vivían en él. Desde entonces, el Homo Sapiens Sapiens ha eliminado de la faz de la Tierra al resto de homínidos y a gran parte de sus propios congéneres. Aun y así, la Historia de la humanidad está plagada de logros técnicos, artísticos, científicos y filosóficos.

Este blog que nace pretende ser, como su propio nombre indica, un rincón para los amantes de la Historia. No únicamente desde una visión académica, sino literaria, artística o cinematográfica. De este modo, la novela, el cine, las curiosidades e incluso los videojuegos que tengan un trasfondo histórico tendrán su lugar aquí.

Por otro lado, serán bien recibidas las colaboraciones y aportaciones de todos aquellos lectores que tengan a bien poner su granito de arena.

Espero que esta travesía que comienza hoy sea fructífera.