Capitán de navío: una más de barcos
Después de vérmelas cara a cara con el capitán FitzRoy experimenté lo que podría definirse como un síndrome de abstinencia naval decimonónica. Las alternativas en mis queridos estantes del FNAC eran bastante limitadas, así que opté por comprar la segunda parte del ya celebérrimo Master and Comander (aquí traducido como Capitán de mar y guerra). La novela en sí, obra del inefable Patrick O’brian lleva el título de Capitán de navío y continúa las aventuras del capitán Aubrey y del doctor Maturin, esta vez por aguas del Atlántico en los años inmediatamente anteriores de la Batalla de Trafalgar (en concreto la novela acaba en 1804). He de decir que me ha decepcionado un poco este libro. Y lo ha hecho por unas cuantas razones que paso a relatar a continuación. En primer lugar, bajo mi humilde punto de vista, O’Brian narra hasta el aburrimiento los avatares amorosos del capitán Aubrey con una joven adinerada de la campiña inglesa. No estaría mal si se incidiera tangencialmente en el asunto o, incluso, que le dedicara todo un capítulo del libro. A todo ello se añade un curioso triángulo amoroso entre el propio capitán Aubrey, el doctor Maturin y una señorita de moral distraída que a la sazón es la prima de la amada del marino. Vamos, un embrollo en todo regla que podría servir de argumento a una película romántica de época. Lo tedioso del asunto es que se ven reducidaas las escenas náuticas propiamente dichas, que es lo que el lector va a buscar en este tipo de novelas.
En cuanto a lo histórico propiamente dicho, O’Brian se inventa una imaginaria resistencia catalana al dominio “español”, cuando sólo hay que leer las proclamas de las Juntas de las ciudades catalanas ante la invasión napoleónica para darse cuenta del sentido patriotismo de los catalanes allá por principios del XIX. A eso hay que añadir que el autor, en un momento concreto de la novela describe a los españoles como “valientes pero no buenos marinos” (tampoco salen muy bien parados los franceses....). Bueno, uno no es que sea especialista en historia naval, pero algo ha leído y hay que decir que hasta Trafalgar los españoles, con toda la miseria de una nación en plena decadencia, dieron el tipo bastante bien ante los ingleses. Y si no que se lo pregunten al almirante Nelson, que perdió un brazo en Tenerife y tuvo que huir más de una vez frente a los españoles con el rabo entre las piernas.
De todas formas la novela se lee bien y se hace agradable. Decepciona, como ya he dicho, en comparación con su predecesora. Pese a todo estamos frente a una novela náutica de calidad, llena de juanetes, estays, cangrejas y aparejos de todo tipo. Una lectura interesante para pasar el rato y divertirse con las peripecias del “afortunado” capitán Aubrey y su inseparable doctor Maturin, que por cierto, en esta entrega de la saga se revela como un eficiente espía al servicio de Su Majestad Británica.
1 comentario
rafa -
Un saludo y enhorabuena por el blog.